Sor María Romero

¡Una intercesora para nuestro consejo!

En el año 2021, configuramos por primera vez la institución del Consejo Nacional de CEDIMA, un espacio de encuentro, diálogo y proyección. Nos unimos porque tenemos la convicción que de que trabajamos por un mismo propósito: servir a nuestras comunidades, desde el liderazgo juvenil salesiano.

Este camino está lleno de anhelos de construir en nuestras comunidades espacios donde crezcamos como buenas cristianas y cristianos y ciudadanas honestas y honestos.

Para este camino, hemos elegido como guía y modelo a Sor María Romero Meneses, Hija de María Auxiliadora centroamericana, Beata de la Iglesia y para nosotros una ¡super compañera! Que nos muestra una valiente síntesis entre el amor a Dios y el amor a los hermanos.

¡Aprendamos más de ella aquí!


Nace en la casa de su abuela materna, María permanece con ella durante los primeros años de vida. En ese ambiente, disfruta del afecto de su madre, las historias de su abuela y la educación recibida de siete tías maternas que, al no estar casadas, dirigen una escuela privada para niñas de alto nivel social. Aseguran, ante todo, la riqueza más importante para la vida de María: una buena formación cristiana, que se basa no en amenazas sino en la razón, no en el miedo sino en el amor, y donde Dios es el Señor de la casa.


A la edad de siete años, María está preparada para recibir su primera Comunión junto con 200 niños en la parroquia de La Merced en Granada (Nicaragua). Al recordar ese día bendito, María escribe: "La primera Comunión dejó huellas profundas en mi alma. Ese fue un día de cielo y de inmensa alegría ". Desde entonces, la certeza del amor gratuito de Dios no ha dejado de crecer en ella y su relación de amistad con Jesús se hace cada vez más profunda.

A la edad de 12 años María Romero se matriculó en la escuela "María Auxiliadora" en Granada, donde estudiaban también sus hermanas. Ella es una niña dotada y voluntariosa. Además del programa oficial, asistió a cursos de dibujo, pintura, piano y violín.

En 1918, María, a la edad de 16 años, expresa a su madre el deseo de ser religiosa en el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Ella le sugiere esperar vista su corta edad. Dos años después, María vuelve a su decisión y, gracias a la ayuda de su hermana, logra convencer a su padre y obtener el permiso tan esperado.

Antes de ingresar al Aspirantado a la edad de 18 años, habla con su confesor, quien, proféticamente le dice: “Incluso si un día te hacen picadillo ¡nunca retrocedas un paso! Habrá momentos difíciles, pero siempre mantente fiel y firme en tu vocación” Y así fue, Sor María permaneció fiel hasta el final, sembrando por todas partes la esperanza, el amor y el consuelo.

En la navidad de 1939, movida por las palabras de las estudiantes sobre la realidad de las zonas más vulnerables de su ciudad, decide iniciar un movimiento, son las estudiantes protagonistas de la atención a las personas en situación de pobreza y marginación.

Este fue el comienzo de sus grandes obras en solidaridad a los hermanos.

Luego involucró también a adultos, empresarios adinerados y renombrados profesionales que quedan conquistados por su devoción mariana, que obtiene gracias estrepitosas, y se sienten por lo tanto comprometidos a colaborar efectivamente a las iniciativas asistenciales que Sor María, bajo la acción del Espíritu, va proyectando continuamente con la audacia de la más auténtica fe en la Providencia.

Sor María sueña para sus pobres siempre nuevas soluciones a las urgencias apremiantes: obtiene primero visitas médicas gratuitas, gracias a la acción voluntaria de médicos especialistas, y con la colaboración de industriales del lugar organiza cursos de formación profesional para jóvenes y mujeres. En esta forma logra dar vida en poco tiempo a un ambulatorio múltiple, con varias especialidades, para asegurar la asistencia médico-farmacéutica a muchas personas y familias privadas de toda garantía social.

Al mismo tiempo crea cerca instalaciones adecuadas para Ia acogida de los pacientes – a veces familias enteras – como también salas para la catequesis y la alfabetización en los momentos de espera, además la capilla y un gracioso jardín, y hasta el balcón con los canarios.

Para las familias sin techo, reducidas con frecuencia a una vida precaria bajo los puentes de la periferia, hace construir – siempre con la ayuda de una sorprendente Providencia – «verdaderas» casitas, en las cuales limpidez y propiedad, junto con los colores de un pequeñísimo jardín. Surgen así las ciudadelas de María Auxiliadora: una obra que continúa todavía, debido al interés de sus colaboradores a través de la Asociación de laicos Asayne (Asociación de Ayuda a los Necesitados).

Fuentes: Sor Ana Victoria Ulate en www.cgfmanet.org

https://www.vatican.va/news_services/liturgy/2002/documents/ns_lit_doc_20020414_meneses_sp.html

Web oficial: http://www.sormariaromero.org/